¿Por qué?
Por Lucía Lorenzo (4º ESO D)
Soy una persona que tiende a
idealizar todo lo que ve. Alguien que encuentra la belleza en momentos
cotidianos y objetos insignificantes. Alguien que, de una forma u otra, es
capaz de ver lo fascinante en lo que ocurre a su alrededor.
Pero, mirando la otra cara de la
moneda, también soy una persona nerviosa; obsesionada con los
“qué pasaría si” y las preguntas existenciales que te hacen estremecer.
Al igual que la gran mayoría,
empecé el año sin preocuparme por el COVID-19; siguiendo con mi vida, sin sobresaltos,
y sin mucho más que resaltar… es interesante cómo no nos damos cuenta de lo que
se nos viene encima hasta que ya es demasiado tarde como para remediarlo.
A mediados de febrero, Italia clausuró
los Carnavales y, a finales, el Instituto organizó un viaje a París. No me preocupé.
A los pocos días, cerraron el
Louvre.
Tampoco le di mucha importancia.
Y luego, semanas más tarde, se
proclamó el Estado de Cuarentena.
Aún lo recuerdo: sudor frío y
manos temblorosas. ¡El apocalipsis, claro!
Repentinamente necesitaba creer
que todo estaría bajo control, que estaríamos protegidos pasase lo que pasase,
pero se me hizo completamente imposible: de nuevo, ahí estaba yo, aguantando
las lágrimas y procurando mantener a raya mis horrorosas obsesiones repletas de
preguntas del estilo de “desde cuándo” o “hasta cuándo”, lo cual era mi forma
de seguir cuestionándome “por qué”, “de qué” y “cómo”, para terminar cerrando
el círculo de psicosis colectiva con un sutil “qué va a ser de nosotros” y el
ya clásico “vamos a morir”.
Afortunadamente (y mucho más
rápido de lo que podría haber llegado a imaginar), conseguí tranquilizarme y,
al día siguiente, lo asimilé. De inmediato enfoqué la situación de una manera
mucho menos escéptica: si te lo paras a pensar, la humanidad tiene maneras muy
hermosas (omitiendo las absurdas) de enfrentarse a las adversidades con tal de
sentirse a salvo y menos sola entre cuatro paredes. Ejemplos de esto se nos
presentan continuamente en televisión o incluso en nuestra propia comunidad de
vecinos; no es necesario concretar para saber de lo que se está hablando.
Y, aun así, sigo preguntándome
por qué.
Había indicios de que un nuevo
acontecimiento histórico iba a golpearnos tarde o temprano, pero ninguno se dio
cuenta (o más bien no concibió la idea) de que fuese a suceder ahora. Lo
habíamos visto en películas, leído en libros de Historia o incluso escuchado,
pero jamás creímos que fuésemos a vivirlo en carne propia; experimentarlo con
nuestros propios ojos; estar obligados a aferrarnos a la vida de alguna manera…
y mucho menos te planteas que te vaya a pasar a ti o a alguno de los tuyos. Más
bien es como si todo fuese un pensamiento vago, de esos de los que te preocupas
una o dos veces en la vida y del que, sin previo aviso, te olvidas. Algo
surrealista. Un sueño largo y tedioso del que te despiertas con el cuerpo
entumecido y sin ser capaz de recordar nada.
A veces me digo a mí misma que sí,
que todo es un sueño del que vamos a despertar;un sueño que ya abarca más de veinte
mil muertes y semanas de confinamiento. Y, entonces, vuelvo al mundo real.
Y, pese a todo,ahí sigue: “por
qué”.
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